miércoles, 4 de octubre de 2017

La Grieta.


El lunes pasado tras administrarme el tratamiento, una grieta en el suelo encontré.

A la misma hora, a mi amigo una resonancia le hacían para encontrar el porqué de su reciente tartamudez. 

El culpable resultó ser, un tumor cerebral demasiado grande para extirpar. 

Yo en la grieta me instalé.

He vivido en el suelo, acurrucada toda la semana, viendo la vida con una perspectiva un tanto rara.

Este ciclo me ha sentado mucho peor que otros, mi cabeza está constantemente mareada, mi estómago vuelve con náuseas, tengo picores por todo el cuerpo y la tristeza me embarga.

Desde mi escondite todo se ve más grande y más alto, pero aún así, aquí estoy bien. De vez en cuando, me asomo a tomar el aire y veo al resto de personas pasar. Caminan y caminan, pero yo necesito desconectar. 

Estos días he llorado mucho por todos los rincones de mi grieta. Tanto cómo hacía tiempo que no recordaba, mientras mis síntomas seguían y mi amigo empeoraba.

 Lloraba por mí, por mi amiga y por mi amigo, inmersos los tres en el mismo destino. Tenía la sensación de que una epidemia de cáncer a todos mis seres más cercanos atacaba.

Hoy por fin el sol ha salido y parece que los tres brillaremos de nuevo con él. 

Salgo de mi grieta  y me siento sobre la hierba.

 Hoy el Universo me ha escuchado otra vez.


                                                                  Paula Cruz Gutiérrez.






No hay comentarios: