sábado, 10 de febrero de 2018

Atrévete.


Esta vez he copiado algunas palabras de un texto que me ha gustado mucho, del blog de Elida Peñalver. Dicen así:

Si tus acciones inspiran a otros a soñar más, a aprender más, a hacer más y a ser mejores... entonces eres un líder.

Este mundo necesita más líderes y menos personas que nos limiten y paralicen. Necesitamos gente que nos ayude a soñar, en casa, en el trabajo, con los amigos, en la calle. 

Este mundo necesita más jefes, más padres, más madres, más amigos, más vecinos,... que impulsen a los que caminan a su lado a soñar, a aprender, a hacer cosas nuevas y a dar su mejor versión.

Pero tened cuidado y desconfiad de todos aquellos que hablan y hablan y no predican con el ejemplo. Esos no son líderes sino charlatanes.

Para ser un buen líder tienes que hacerlo tú primero. Así que atreverse a soñar, a aprender, a hacer cosas diferentes, hay que atreverse a perder el miedo, al qué dirán, a yo no sé o yo no puedo hacer eso. Claro que podemos si dejamos de lado todo aquello que nos ata y nos impide avanzar.

Piensa por un momento que se cumple el mayor de tus sueños, que es por ejemplo, viajar a Africa para hacer un safari. Imagínate cómo te sentirías si estuvieras sentado en un todoterreno viendo de cerca a los leones y a los elefantes. ¿No te parece que tu corazón estaría radiante de felicidad? ¿Entonces, porqué no luchar por conseguir ese sueño si sabes que te haría realmente feliz?.

Nuestra cultura está basada en los miedos, miedo a que el niño se caiga, miedo a que piensen que soy un poco raro, miedo, miedo. Y con el miedo transcurre la vida y no conseguimos tener nada de todo aquello que realmente deseamos. Aquello con lo que soñamos despiertos una y tantas veces.

Nuestro amigo el miedo se busca aliados para tener más poder de convicción, entonces pensamos que nosotros no somos capaces de conseguir aquello, que nunca tendremos dinero, que nunca nos curaremos, que no somos lo suficientemente listos ni guapos y un sinfín de excusas más. Que lo único que hacen es paralizarnos y dejarnos anclados en el mismo lugar. Pobre de aquél que el día de su muerte se lamente de todo lo que no se atrevió a hacer. No me imagino nada más triste.

Pero  nosotros aún estamos a tiempo de cambiar, de ir introduciendo pequeños o grandes cambios en nuestra vida que nos permitan avanzar y ser felices. El mundo está lleno de oportunidades para quien salga a buscarlas.

!!!Amigos vámonos que aquí no hacemos nada!!!


                                                                Paula Cruz Gutiérrez.


lunes, 5 de febrero de 2018

El nuestro no es un duelo cualquiera...



El nuestro no es un duelo cualquiera porque en él intervienen muchos factores.

Se habla mucho sobre el cáncer, sobre la alta incidencia en la población, sobre la tasa de supervivencia o la de mortandad. De que es la enfermedad que más crece en número de casos y de que en pocos años rara será la familia en la que uno de sus miembros no haya padecido un cáncer.

Pero poco se habla de cómo transcurre la vida de un enfermo de cáncer, de a qué se enfrenta diariamente y que cosas va dejando atrás. 

La vida nos cambia, en unos casos más que en otros, pero todos sufrimos cambios.

Hay casos en los que el enfermo no sólo tiene que enfrentarse a su enfermedad sino también a los problemas en el trabajo, incluso hay enfermos que son despedidos por no poder realizar las tareas que llevaban a cabo con anterioridad. Como resultado se enfrentan a la dura enfermedad y han de sumar los problemas económicos.

Los fuertes tratamientos a los que nos sometemos no sólo vienen acompañados de vómitos, dolores de estómago, cambios en la presión arterial y aumento del colesterol o la pérdida del cabello. Además de todo ésto, producen fuertes dolores de cabeza, dañan las encías y la dentadura, hasta el punto de que hay enfermos que se quedan sin dientes ni muelas. O pierden vista a causa de la medicación.

Si el tumor estaba en la garganta hay que extirpar las cuerdas vocales, entonces se pierde la voz. Condenando para siempre al silencio más absoluto al enfermo.

La mente se nos nubla, habiendo períodos de tiempo en los que no discurrimos con normalidad. Los estados de ánimo fluctúan y el psicólogo se convierte en un compañero habitual de ruta.

Por otro lado, sufrimos fuertes dolores físicos, sobretodo en las articulaciones. En otras ocasiones debido a las intervenciones quirúrgicas que sufrimos nos quedan secuelas físicas de por vida. Unas más llevaderas que otras, a veces con largos tratamientos de rehabilitación que no surten efecto.

Algunas mujeres se ven obligadas a renunciar a ser madres porque la medicación les daña los óvulos o los órganos reproductores.

En otros casos es necesario renunciar a conducir, a viajar o a caminar con normalidad. Un simple paseo se convierte en una quimera.

Así podríamos seguir enumerando decenas de efectos secundarios a los que nos enfrentamos. Porque pase lo que nos pase, todo lo que nos ocurre entra dentro de los "parámetros normales" que dictan los prospectos de la medicación.

Yo en éste último año desde que salí del hospital he adelantado en muchas cosas, pero hay otras muchas que se han ido quedando por el camino y ya no las volveré a recuperar. Puede que psicológicamente sea mucho más fuerte, pero físicamente soy mucho más débil.

Durante nuestra vida llevamos a cabo muchos duelos, porque perdemos a un ser querido, porque perdemos un trabajo o una relación. 

Por eso, aunque sigamos vivos, debemos hacer nuestro duelo particular que será diferente en cada persona. Un duelo para dejar atrás la vida que perdimos y que ya no vamos a recuperar, para hacer frente a la vida que tendremos a partir de ahora. Sin duda, según mi criterio éste es uno de los duelos más difíciles de llevar.

Afortunadamente, aunque el camino esté lleno de piedras seguimos caminando.



                                                                          Paula Cruz Gutiérrez.